Alguna vez soñé que podía ser actriz.
Nina, Blanche, Madre Ubú, Cecilia, La Lunares, Gerarda….Quizás alguna vez soñé, soñarlos.
Tenía 18 años, cuando reflejada en el espejo del camerino del instituto, con mi carita redonda, pensé que algún día podría dedicarme a “esto” ¿Por qué no?
Y aunque nunca he sido muy decidida, más bien miedosa, la vida me llevaba poco a poco a donde soñaba. Y he soñado tanto, que varios de mis deseos se han cumplido.
Otros todavía no.
Así que después de una escuela de teatro, cursos, compañías, producciones, ensayos a las dos de la mañana, constancia, trabajo, producciones en las que no entré y hubiera dado todo por estar, textos que me ofrece la vida, cansancio, una lágrima, trabajar con gente a la que admiras, bolos que no salen, un premio, mi madre guardando las fotos cada vez que salimos en el periódico, otra lágrima, el Fernán Gomez y yo muerta de miedo, buscar y no encontrar, reírte en escena, recibir una llamada inesperada, reír recordando una escena, reír tanto y tan fuerte, enamorarme, discutir, abrazar a mis compañeros al acabar la función, otra lágrima, el llorar es como sudar, esperar llamadas que nunca llegan, emocionarme escuchando decir una frase 100 veces, recibir una crítica, afectarme, recibir muchas críticas, halagos, estar jodida; estar rejodida, estrenar y no saber cuándo será la próxima función… ser feliz.
Arrepentirme de haber cogido esta profesión un segundo antes de salir a escena, pero sabiendo que no podía haber escogido otra, el segundo después de pisarla.
Después de todo esto, sí: soy actriz.
Así me siento.
Esta es mi profesión, actriz.